Este verano pasado fue el más caluroso registrado en la historia, con los meses de junio, julio y agosto rompiendo récords de temperatura, alcanzando un promedio de 0.23 grados centígrados más que los veranos anteriores.
Científicos de la NASA apuntan a que este cambio en temperaturas sea tendencia, ya que proyectan que para 2024 hará aún más calor. Para encontrar parte del por qué de esta alza, hace falta mirar hacia arriba. Infiltrados en nuestra atmósfera, en el aire que respiramos, se encuentran los gases de efecto invernadero.
Estos gases tienen un impacto directo sobre la vida en la Tierra, pues actúan como una tapa invisible, la cual impide que el calor acumulado dentro de la atmósfera se disipe de manera efectiva. Esta mezcla variable está compuesta en su mayoría de dióxido de carbono, el cuál en sus niveles naturales ayudó a mantener una temperatura habitable en nuestro planeta; sin embargo y debido a las actividades humanas, ha sufrido un aumento exponencial en comparación a hace 200 años.
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El alza en las temperaturas ha afectado a México de diversas formas. Durante la ola de calor del pasado junio nueve estados registraron temperaturas superiores a los 45°C. El clima extremo dejó en este país un saldo de al menos 249 personas fallecidas entre marzo y junio. En agosto de este mismo año se registró un periodo de sequía en 55.78 por ciento del territorio nacional, afectando a las presas, de las cuáles más de la mitad (127) se encontraban a menos del 50 por ciento de su capacidad.
México está entre los países que han firmado y ratificado el acuerdo de París, un tratado de la ONU que busca reducir la cantidad de gases de efecto invernadero en el mundo. En el mismo sentido, en este país existen investigadores que buscan generar cambios para prevenir que la situación continúe su tendencia actual, quienes proponen tecnologías más limpias y eficientes, mejoras en la forma de trabajar y transportarnos, e incluso, un replanteamiento de nuestros hábitos de consumo.
