Un reciente estudio internacional ha confirmado la presencia generalizada de microplásticos en todos los niveles del océano, desde la superficie hasta el fondo de la fosa de las Marianas, a más de 6 MIL 800 metros de profundidad. Esta investigación, publicada en la revista Nature, se basa en más de mil 200 estudios anteriores y casi 2 mil estaciones de muestreo a distintas profundidades, lo que la convierte en una de las evaluaciones más completas realizadas hasta ahora sobre la contaminación plástica en los océanos.
Contrario a la creencia popular de que el problema se limita a las zonas superficiales, el estudio demuestra que los microplásticos están presentes en toda la columna de agua. Además, revela que el carbono de origen plástico ya forma parte del ciclo natural del carbono, un proceso vital para los ecosistemas marinos y el equilibrio climático global.
Los microplásticos se clasificaron en dos tamaños: pequeños (1–100 micrómetros) y grandes (100–5.000 micrómetros). Según Shiye Zhao, de la Agencia Japonesa de Ciencia y Tecnología del Mar y la Tierra, los más pequeños se distribuyen de manera más uniforme debido a su lento hundimiento, lo que aumenta su permanencia en suspensión y el riesgo de interacción con la vida marina.
La concentración de microplásticos varía notablemente por región. En plataformas continentales se registraron hasta 500 partículas por metro cúbico, cifra 30 veces superior a la de mar abierto. Sin embargo, en aguas costeras se observa una caída drástica en profundidad, que luego vuelve a repuntar en los fondos oceánicos, debido a procesos biológicos que facilitan el hundimiento de estas partículas.
En alta mar, la acumulación de microplásticos es especialmente notable en los giros oceánicos, grandes sistemas de corrientes circulares como el Giro del Pacífico Norte. Aunque estas zonas no contienen las “islas de plástico” que a menudo se mencionan en los medios, algunas estaciones registraron hasta 10 mil partículas por metro cúbico.
Patricia Villarrubia Gómez, del Centro de Resiliencia de Estocolmo, criticó el uso de metáforas como las «islas de plástico», que a su juicio distraen del verdadero problema: la sobreproducción de plásticos derivados de combustibles fósiles. Insiste en que la única solución efectiva es reducir su fabricación de forma drástica.
El estudio también detectó concentraciones alarmantes en zonas remotas: más de 2 mil 500 partículas por metro cúbico en el Ártico y hasta 13 mil 500 en la fosa de las Marianas. Esta distribución desigual se explica por fenómenos como las picnoclinas, capas de agua de mayor densidad que atrapan partículas plásticas de mayor tamaño.
En total, los científicos identificaron hasta 56 tipos de polímeros en los microplásticos encontrados, todos con un componente común: carbono de origen fósil. Esto está comenzando a afectar incluso los procesos fundamentales del planeta, como el transporte de carbono en los océanos.
Aron Stubbins, de la Universidad Northeastern, advierte que la mezcla de microplásticos con la llamada “nieve marina” —partículas orgánicas que transportan carbono al fondo del océano— está ralentizando este flujo, lo que reduce la capacidad del océano para absorber CO₂ de la atmósfera, un factor clave en la lucha contra el cambio climático.
Además, esta contaminación está afectando la herramienta científica más utilizada para datar restos arqueológicos y procesos naturales: el carbono-14. La alteración provocada por el carbono plástico podría estar desviando estas mediciones hasta en 400 años, complicando investigaciones futuras.
Para Andrés Cózar, investigador de la Universidad de Cádiz, este trabajo confirma que el problema del plástico no termina en la superficie. Los microplásticos están alcanzando zonas profundas del océano donde el agua no se renueva en siglos, lo que significa que permanecerán allí durante generaciones.