Una investigación liderada por el proyecto RegeneraCat revela que la agricultura regenerativa puede alcanzar niveles de producción similares a los de la agricultura convencional, pero con un gasto significativamente menor.
El estudio, que aún presenta resultados preliminares, comparó ocho explotaciones agrícolas en Cataluña —cuatro que aplican técnicas regenerativas y cuatro convencionales— en cultivos como calabacines, peras, uvas y leche de vaca.
El enfoque regenerativo, que evita el uso de pesticidas, fertilizantes químicos y labores como el arado, se presenta como una alternativa sostenible frente a la crisis climática y la pérdida de biodiversidad. Aunque algunos sectores dudan de su capacidad para sustituir el modelo tradicional por una supuesta menor productividad, los datos recopilados hasta ahora indican lo contrario.
“Estos son los primeros resultados científicos que permiten desmontar ese mito”, asegura Javier Retana, coordinador del proyecto e investigador del CREAF (Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales).
La metodología del estudio incluyó el seguimiento diario de tareas en cada finca: uso de maquinaria, tiempo de trabajo, aplicación de fertilizantes, fitosanitarios, huella de carbono y huella hídrica, con el fin de calcular tanto la productividad como los costos asociados. Las fincas regenerativas, todas ellas con certificación ecológica, incorporan prácticas como el mantenimiento de cubiertas vegetales, el uso de fertilizantes orgánicos, la instalación de hoteles para insectos, la integración de animales para el abonado natural y la siembra de flores para fomentar la biodiversidad.
En contraste, las fincas convencionales utilizan técnicas como el laboreo del suelo, la aplicación de productos químicos y el control agresivo de malezas. A pesar de estas diferencias, las fincas regenerativas no solo han igualado la producción, sino que han logrado una reducción significativa de costos al depender menos de insumos externos y maquinaria.
No obstante, los expertos advierten que esta rentabilidad no se alcanza de inmediato. El periodo de transición —necesario para recuperar la salud del suelo— puede extenderse de uno a cinco años, dependiendo del estado inicial del terreno y su manejo. Por ello, los investigadores solicitan apoyos institucionales para facilitar este cambio.
Casos concretos como el de Verdcamp Fruits, en Cambrils (Tarragona), muestran un ahorro del 30% en los costes de producción del calabacín al aplicar técnicas regenerativas. En Pomona Fruits, ubicada en Ivars d’Urgell (Lleida), se han implementado soluciones naturales como compost, extractos vegetales y microorganismos vivos, lo que permitió mantener la producción de peras incluso durante la reciente sequía.
En Planeses (Sant Ferriol, Girona), el sistema de Pastoreo Racional Voisin permite que las vacas pasten diariamente en parcelas distintas, lo cual mejora la fertilidad del suelo sin compactarlo y reduce drásticamente el tiempo y los recursos necesarios en comparación con el modelo estabulado. Por su parte, la bodega Familia Torres (Pacs del Penedès, Barcelona) ha incorporado rebaños de ovejas y gallinas en sus viñedos y cajas nido para aves y murciélagos, logrando resultados de producción similares a los métodos tradicionales.
Aunque la agricultura regenerativa aún no cuenta con una certificación oficial, el Ministerio de Agricultura señala que España promueve prácticas agrícolas sostenibles que mejoran la salud del suelo y favorecen la biodiversidad. Entre estas medidas destacan el fomento de cubiertas vegetales, la rotación de cultivos y la siembra directa. Además, desde 2022 está en vigor un decreto sobre nutrición sostenible de suelos, alineado en parte con los principios de este enfoque regenerativo.
El proyecto RegeneraCat continuará recopilando datos hasta completar los dos años de duración del estudio, tras lo cual se publicarán los resultados completos en revistas científicas.