Tras milenios de actuar como un sumidero de dióxido de carbono, la tundra del Ártico ha comenzado a ser una fuente neta de emisiones de este gas invernadero a la atmósfera, informó el pasado 10 de diciembre la National Oceanic and Atmospheric Administration (NOAA, por sus siglas en inglés).
De acuerdo al reporte 2024 Arctic Report Card, esta zona gélida del planeta experimentó durante el presente año las segundas temperaturas del aire en su superficie más calientes desde 1900. Además, la tundra ártica se está calentando, por onceavo año consecutivo, más rápido que el promedio mundial.
Sumado al derretimiento de los polos y aumento progresivo del nivel de los mares, el calentamiento global provoca que al desaparecer el permafrost —capa de suelo que permanece congelada durante al menos dos años consecutivos—, el carbono atrapado ahí se descompone por microbios liberándose a la atmósfera en forma de metano y dióxido de carbono, los más problemáticos gases de efecto invernadero.
Esto, según Rick Spinrad, administrador de la NOAA, empeoraría las condiciones del cambio climático en el mundo, fenómeno que, a juicio de los autores del informe, dirigido por científicos del Centro de Investigación Climática Woodwell en Falmouth, Massachusetts, se está cuadruplicando en relación a lo que pronosticaban los científicos a inicios de este siglo.
«Este informe representa un paso crítico hacia la cuantificación de estas emisiones a escala y nos permitirá abordar esta crisis de manera más efectiva”, afirmó Sue Natali, científica del Centro Woodwell y coautora de esta investigación.
Otro factor que contribuye a las emisiones de carbono de esta parte del mundo son los incendios forestales que cada vez se experimentan a latitudes más altas, territorios que antes estaban cubiertos por hielo.
Estos incendios no sólo emiten CO2 por la vegetación y materia orgánica del suelo que se quema, sino que eliminan las capas que aíslan el suelo, lo que acelera el derretimiento del permafrost.
Los incendios forestales alrededor del Ártico, según la NOAA, han promediado 207 millones de toneladas anuales de CO2 durante los últimos tres años, lo que equivale a las emisiones de este gas que generan 35 millones de mexicanos en un año.
“El alarmante presagio de que se liberará una fuente neta de carbono más pronto que tarde no es un buen augurio. Una vez alcanzados, muchos de estos umbrales de impactos adversos sobre los ecosistemas no se pueden revertir”, aseguró al diario The Guardian Brenda Ekwurzel, científica climátológica de la Union of Concerned Scientists, una organización de expertos, sin fines de lucro, que trabaja en soluciones al cambio climático.