Los colores brillantes que durante millones de años ayudaron a los insectos a sobrevivir en entornos exuberantes están desapareciendo. Un estudio internacional, con trabajo de campo en Brasil, advierte que la pérdida de hábitat está llevando a mariposas y otras especies a adaptarse con colores cada vez más apagados, reflejo de ecosistemas degradados y monocromáticos.
Las mariposas, que alguna vez dependieron de sus alas llamativas para atraer pareja o confundir a los depredadores, ahora enfrentan un escenario drásticamente distinto. La sustitución de bosques tropicales por monocultivos, como las plantaciones de eucalipto, ha alterado las condiciones ecológicas, haciendo que los colores vibrantes dejen de ser una ventaja.
“Los colores de las alas de las mariposas no son meramente decorativos; representan procesos evolutivos de millones de años”, explica el investigador y fotógrafo Roberto García-Roa, quien participa en un proyecto que documenta el fenómeno en Espírito Santo, al norte de Río de Janeiro. La investigación es parte de un esfuerzo más amplio para entender la decoloración del mundo natural.
En un bosque tropical intacto, los tonos intensos como rojos, verdes o azules permiten a las mariposas camuflarse, comunicarse y reproducirse. En cambio, los monocultivos como los de eucalipto crean entornos visualmente homogéneos y ecológicamente pobres, donde especies menos vistosas prosperan.
“Ser soso, en un paisaje soso, se convierte en una ventaja evolutiva”, señalan los investigadores en su reporte, que puede ser consultado aquí.
“En el bosque tropical te sientes vivo, todo es salvaje; hay sonidos, movimiento, diversidad. En una plantación, todo parece detenido. Es como si el ecosistema estuviera desconectado”, comenta García-Roa. Esta transformación no solo afecta la biodiversidad, sino también la estética de la naturaleza.
Las mariposas se han convertido en un modelo ideal para estudiar estos cambios: son altamente coloridas, sensibles a las modificaciones del entorno y fáciles de monitorear. Los científicos involucrados en este estudio advierten que la pérdida de color en estas especies puede ser un indicio de una reducción más profunda en la complejidad ecológica.
La tendencia es global. Los arrecifes de coral están perdiendo su color por el blanqueamiento, los océanos se vuelven verdes por el exceso de fitoplancton y hasta los arcoíris podrían volverse menos visibles en zonas contaminadas.
“Incluso desde el espacio se ha observado que la Tierra ha perdido brillo en las últimas décadas”, afirma Ricardo Spaniol, de la Universidad Federal de Rio Grande do Sul.
En Espírito Santo, los investigadores identificaron 31 especies de mariposas en bosques naturales, frente a solo 21 en plantaciones de eucalipto. Según declaró al diario The Guardian la investigadora Maider Iglesias-Carrasco, de la Universidad de Copenhague, las mariposas más comunes en las plantaciones son de color marrón, y el entorno transmite una sensación general de vacío y homogeneidad.
Desde 2019, los científicos han notado que las especies más coloridas desaparecen primero tras la deforestación, probablemente por su mayor exposición a los depredadores y la pérdida de vegetación nativa. En áreas deforestadas sobreviven principalmente mariposas de tonos grises y marrones, mientras que en los bosques preservados coexisten las coloridas con las más apagadas, lo que indica una mayor diversidad ecológica.
Sin embargo, han habido casos en donde la revegetación de espacios degradados sirvió para regresar el color a los bosques.. Spaniol señala que en zonas de la selva amazónica que se han regenerado durante 30 años tras haber sido utilizadas como pasto para el ganado, se ha observado un notable regreso de mariposas de colores intensos.
“Aún estamos a tiempo de restaurar este mundo colorido”, concluye el investigador, subrayando la urgencia de proteger los hábitats nativos para preservar no solo la biodiversidad, sino también la belleza de la naturaleza.






